Moral y Luces son Nuestras Primeras Necesidades

10 de abril de 2021
Eric Goyo
Actualidad

Lamentablemente, la educación no es algo que interese a las clases sociales de bajos recursos, y costará mucha dedicación lograr que se entienda la importancia que tiene para superar la pobreza y a través de ella, acceder a una vida de calidad.

La autoridad —y sus límites— es un tema central en la vida de cualquier ser humano y de cualquier sociedad. Retroceder la película hasta los primeros años de nuestra infancia resulta un ejercicio muy saludable para todo aquel que quiera entender la relación existente entre la manera como aprendemos a respetar (o a temer) a los mayores y lo que nos está sucediendo como nación.

Cuando niños, la mayoría de nuestros padres y demás figuras de autoridad nos enseñaron a temerles si no nos portábamos bien. «Portarse bien» significa que los niños deben ajustar su conducta a las expectativas de los adultos para no incomodarlos, es decir, deben comportarse como adultos sin serlo.

A través del temor nos domesticaron y, lamentablemente, la fórmula sigue funcionando para imponernos una voluntad ajena a la nuestra, solo que ahora los más fuertes quieren que nos portemos como niños sumisos siendo adultos. Es un ejemplo más de lo bizarro y retorcido que resulta el totalitarismo científico.

La autoridad, tanto familiar como social, moldea nuestros pensamientos, actitudes y hasta la forma en que sentimos. De ese modelaje emergen los valores o antivalores que regulan nuestras conductas, permitiendo predecir la calidad de los resultados que obtendremos con nuestras acciones. ¿Es imprescindible sustituir a nuestros líderes actuales para cambiar el actual orden de las cosas? No. Lo que es inaplazable es reemplazar nuestros referentes morales para que la restauración de la salud social de ésta y de cualquier nación aquejada por la misma enfermedad, surja de manera sorpresiva.

Necesitamos entender cómo y por qué se manifiesta el autoritarismo, el egoísmo, la indolencia, la indiferencia, la negligencia, la incompetencia, la intolerancia, la irresponsabilidad, la deshonestidad y la impunidad en nuestras vidas personales, para así poder establecer su relación causal con el modelo de liderazgo practicado por nuestros representantes públicos.

La extremada porosidad de los individuos con poco amor por sí mismos los hace presas fáciles del chantaje emocional. Los países con precarios niveles de instrucción, son los más propensos a sucumbir ante el flagelo de la vulneración alienante. Las personas sin criterio propio oponen menos resistencia a la manipulación emocional, permitiendo con ello que sus miedos de la infancia limiten su presente. Por esta razón, las élites invierten tiempo y dinero para conocer y controlar a los seres humanos.

Ingenuos y desprevenidos, ignoramos la existencia de laboratorios en los que se desarrollan las técnicas de manipulación psicológica para conectar afectivamente con los indefensos, ya que resultan más efectivas que el ejercicio decente de la política para producir la adhesión emocional de sus seguidores.

Esta edición revisada, corregida y aumentada del mesianismo —que a partir del siglo XX adquirió carácter científico— programa al individuo para sentirse desamparado ante quienes ejercen el poder. Para ello, es necesario que la población se mantenga carente de todo y dispuesta a acatar sus instrucciones con tal de continuar recibiendo migajas, en lugar de valerse por sí misma.

Las operaciones psicológicas desplegadas por las tiranías son acciones planificadas para transmitir una información meticulosamente elaborada, dirigida a una audiencia específica y con la intención de influir en sus emociones, motivaciones, forma de pensar y, por supuesto, en su comportamiento, tanto individual como colectivo. Por eso, utilizan un vocabulario calculadamente intencionado, cuyo fin es socavar la dignidad del ciudadano común.

La ingeniería social sabe cómo usar a su favor las reacciones emocionales del colectivo. A través de estas grietas, los más vulnerables son fácilmente adoctrinados mental y afectivamente, siendo arrinconados en un callejón sin salida debido a la persuasión inoculada de manera sistemática por la propaganda oficial. La receta está compuesta de verdades a medias y mentiras imposibles de comprobar, concebidas, tanto para estimular la especulación, como para promover confrontaciones y discusiones estériles que deterioran los nexos afectivos entre familiares y amigos que no comparten los mismos puntos de vista.

Escogen certeramente los medios para diseminar el mensaje con el que buscan programar la mente de las personas. Saben cómo manipular el sistema nervioso de quienes están expuestos a su narrativa, mediante imágenes, frases y discursos impregnados con mensajes subliminales encriptados en las distintas plataformas utilizadas para tales fines.

Ya no es necesario someter por la fuerza a las víctimas de semejante alienación. El desarrollo alcanzado por el estudio científico del comportamiento humano para vulnerar el discernimiento y autonomía del individuo, reduce de manera muy sutil y sin violencia física, la capacidad del sujeto para pensar críticamente.

Algunas de las estrategias psicológicas utilizadas con mayor éxito para ejercer la intimidación y preservar el dominio sobre la población son:

  • Invalidar el pasado.
  • Confusión inducida.
  • Chantaje moral.
  • Agresión verbal.
  • Desasosiego y desesperanza inducida.
  • Descalificación moral y auto victimización.
  • Cambio de dieta.
  • Odio inducido.
  • Ambivalencia moral.
  • Precarizar necesidades básicas.
  • La caja china.
  • Anosognosia social.

Solo dos precisiones demuestran la eficacia de los métodos con los cuales se ha aplicado exitosamente la máxima romana Divide y vencerás. La caja china es una maniobra comunicacional que consiste en imponer la agenda noticiosa para controlar la matriz de opinión pública, dando exagerada cobertura a ciertas noticias cuidadosamente seleccionadas, apartando así la atención del ciudadano de las informaciones contrarias a los intereses del régimen.

La anosognosia es un término clínico adoptado por las ciencias de la conducta para describir los efectos de la vulneración emocional con la cual se induce —mediante la propaganda alienante— una sociopatía caracterizada por la negación de la realidad y la predisposición al conflicto. A través de distintos mecanismos de manipulación, se programa al individuo para bloquearse e irritarse cada vez que le toca confrontar sus ideas en temas de acontecer público.

Esta condición es hábilmente combinada con otra incapacidad, también inducida, para que las personas no encaren lo que sucede a su alrededor. El perfil psicológico del autodesestimado lo hace extraordinariamente permeable para preferir el mundo de fantasía creado por la propaganda oficial, que solo los aísla emocionalmente de la dura realidad.

Este estado de negación proviene del compromiso afectivo que la población emocionalmente frágil establece con su liderazgo. Dicha lealtad es sustentada por un viejo refrán: el que le pega a su familia se arruina. La ilusión está tan reforzada en sus estados mentales y emocionales, que la mentira se convierte en la verdad de culto que los lleva a enfrentarse hasta con sus seres más queridos. Lo he vivido en carne propia con mi padre.

El totalitarismo científico triunfa porque es disciplinado en la aplicación de su método. Por eso, nuestro mayor reto es neutralizar el modelaje deformador que se nos ha impuesto mediante mecanismos tan sutiles como despreciables. El primer paso para procurar el cambio que muchos soñamos es dejar de evadir nuestra responsabilidad en el actual orden de cosas. Recordemos que somos responsables no sólo por lo que hacemos, sino también por lo que dejamos de hacer, que a veces es mucho más grave.

La desidia, la indolencia y la indiferencia tienen un poder pasivo que permea inadvertidamente nuestras vidas con una fuerza telúrica que sólo es visible cuando el daño se convierte en tragedia. Y quienes lideran la fuerza de las sombras lo saben y lo emplean a su favor.

Venezuela vive secuestrada por una minoría que impide el legítimo y natural ejercicio del libre albedrío de la mayoría. Dar la espalda y desatender el clamor de nuestros captores es una responsabilidad espiritual que no podemos continuar evadiendo. Perdonarlos es indispensable para recuperar la normalidad en nuestras vidas. Atraemos a nuestras vidas justo lo que no queremos, porque es allí donde está concentrada nuestra atención. Debemos ejercer nuestra libertad de amarnos para anular el sutil e inadvertido rapto de nuestra atención.

En medio de este secuestro, tu energía se suma a la de aquellos que pretenden imponerte una realidad que no te gusta. Mientras no les perdones, les estarás otorgando tu poder personal para que puedan concretar sus aspiraciones gracias a la fuerza que les brinda el temor que te domina. Invertir la polaridad del miedo no es sencillo, pero es posible. En la próxima entrega me ocuparé de tratar éste y otros temas cruciales para restaurar la salud social de esta nación enferma llamada Venezuela.

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