Incertidumbre es la palabra que mejor describe las sensaciones experimentadas por los seres humanos cuando nos encontramos en las encrucijadas que nos obligan a tomar un nuevo rumbo.
Primer síntoma: la incomodidad.
Sientes incomodidad. Llevas un peso sobre tu espalda que, por momentos, no te permite avanzar. Sin embargo, intentas seguir adelante mientras la situación se torna insostenible.
Piensas: Ojalá fueran tan solo escombros, o algo desechable que pudiera botar en cualquier parte. ¿Por qué me cuesta tanto desprenderme de algo que solo le resta calidad a mi vida?
Quieres cambiar, sin duda; liberarte de ese peso muerto que te martiriza, pero no sabes cómo hacerlo. Más que la carga, lo que te agobia se llama «miedo», una energía que, en los humanos, es polimórfica y multifrecuencial.
¿Por qué le tememos a los cambios?
El miedo anula tu buen juicio y te impide darte cuenta de que parte de tu indecisión se debe a que no posees el conocimiento necesario para saber qué harás al día siguiente de tu decisión salomónica.
Si ya contaras con el conocimiento para seguir adelante, te estarías enfrentando a algo conocido y, por lo tanto, no tendrías temor. Para bien —más que para mal— no es posible saberlo todo ni conocerlo todo. Así que lo desconocido cumple una función vital: poner a prueba tu valentía.
Escenarios del cambio.
El primero de los muchos escenarios posibles ante lo desconocido es que la carga llegue a ser tan dolorosa que tu única opción sea soltarla, sin que nada más importe. En ese caso, se impone la supervivencia.
El segundo es cuando decides cambiar de rumbo porque sabes o intuyes que es lo que más te conviene. Aun así, te rodearán situaciones que, también por desconocimiento, no sabrás manejar con la debida solvencia.
Cambiar: ¿solo o acompañado?
Si debes cambiar debido a una situación insoportable, o porque se abre ante ti un mundo de oportunidades que no puedes desaprovechar, ¿por qué hacerlo en solitario?
¿Por qué recorrer un camino de tierra sin zapatos y bajo un sol inclemente, cuando puedes hacer el mismo trayecto a bordo de un cómodo automóvil con aire acondicionado por una autopista de cuatro canales?
El componente cultural juega un rol protagónico en este primitivismo que caracteriza nuestra forma de manejar las cosas en las que salta a la vista nuestra falta de preparación.
La importancia que le damos a ser «independientes» es determinante en esta ecuación. Buscar ayuda especializada para aprender a manejar esos estados de ánimo en los que son rebasadas nuestras capacidades, es considerado por muchos un lujo que no todos pueden permitirse.
Sin embargo, cuando nos atrevemos a reconocer que no estamos preparados para manejar una situación inédita, entendemos el ahorro —en términos de tiempo, dinero y malestar, que representa contar con una ayuda profesional oportuna.
Poco importa si se trata de psicólogos, psiquiatras, coaches o mentores. Lo relevante es contar con una orientación especializada que nos enseñe a lidiar con esas situaciones que afectan nuestra claridad para actuar en favor de nuestros intereses.
El peso de los prejuicios.
Lamentablemente, la importancia que le damos a la imagen que tenemos de nosotros mismos, nos lleva a subestimar nuestra falta de preparación. Muchas veces nos autoengañamos creyendo que tenemos la capacidad de mantenernos de pie sobre la tabla, una vez que nos hemos subido a la cresta de la ola.
El detalle es que muchos de los ajustes que debemos hacer sobre la marcha terminan costando tiempo y dinero. Aunque nos estén pasando cosas buenas, los nuevos escenarios de bienestar también nos desbordan con incomodidades inesperadas que pueden evitarse gracias al sentido común que nos ofrece la visión imparcial de un profesional del bienestar.
En procura del bienestar.
Todos queremos sentirnos bien y disfrutar nuestras vidas. Por ello, cuando somos superados por las circunstancias, lo sensato es buscar el acompañamiento adecuado, en lugar de vivir en solitario situaciones indeseadas.
Gestionar la adversidad —al igual que el éxito— es mucho más fácil cuando se cuenta con ese conocimiento especializado que nos permite abordar cada evento de nuestras vidas de la manera más productiva, nutritiva y gratificante posible.
Todas las situaciones que nos sobrepasan requieren asistencia, y solicitarla no tiene por qué hacernos sentir inadecuados. Tan solo se trata de reconocer que todo lo que es novedoso exige un conocimiento que, regularmente, llega junto con la experiencia, nunca antes.
Actitud ante lo inesperado.
No tienes por qué saberlo todo. Solo necesitas reconocer que cuando te hace falta un conocimiento que no tienes, buscar ayuda es la manera más inteligente de atender aquello que llega a tu vida sin estar preparado.
Anticiparte a las condiciones de los nuevos escenarios es lo ideal. Pero cuando no es posible, lo más prudente es ponernos en manos de especialistas que nos enseñen a gestionar esas situaciones que, al principio, están más allá de nuestras posibilidades.
Como profesional del bienestar personal, me dedico a trabajar con gente mayor de 50 años verdaderamente comprometida con su bienestar, ayudándoles a descubrir qué es lo que le otorga sentido y significado a sus vidas.
Envíame un mensaje directo con la palabra «SENTIDO» a través de mi cuenta de Instagram para enviarte mayor información.
Espero reencontrarnos pronto