Una frase, dos enfoques.
Aquí y ahora es una de las frases más usadas en las movedizas arenas del crecimiento personal. Sin embargo, tiene al menos, dos enfoques sobre los cuales conviene reflexionar.
Aquí y ahora es una expresión que busca destacar la importancia del momento presente. Se trata de una forma de mantenernos alerta para que la atención sea depositada en lo que está sucediendo, en lugar de permitir que la imaginación la desplace hacia el pasado o el futuro.
El presente: lo único que existe.
La relevancia de esta forma de utilizar la atención es que nos permite darnos cuenta de que el único momento real de nuestra vidas es el presente. Todo lo que nos sucede, sucede siempre y únicamente en el presente.
El pasado es tan solo un recuerdo y el futuro no es más que una esperanza. Y ambos momentos son, simplemente, estados mentales. Es por ello que algunos lo denominan tiempo mental o psicológico.
La dificultad de estar en el presente.
¿Por qué es importante llamar la atención sobre el uso de la frase Aquí y ahora? Porque una cosa es querer que nuestra atención esté siempre en el presente y otra, bastante diferente, es conseguirlo.
Por razones culturales, nuestra mente ha aprendido a refugiarse en el pasado o a escapar hacia el futuro, cuando el presente no se parece a lo que quisiéramos que fuese. Esta conducta proviene de otro condicionamiento cultural conexo, relacionado con el pernicioso hábito de quejarnos y rechazar todo lo que no nos gusta.
Aquí y ahora en la dimensión física.
Aquí y ahora es una expresión cuya idea más corriente se refiere al espacio físico y al tiempo humano. En ese sentido, y aunque es una frase que activa nuestras capacidades reflexivas y nos invita a hacer un uso consciente de nuestro activo más valioso, la conciencia, también limita la comprensión de su alcance más allá de lo físico y estrictamente humano.
Dicha limitación tiene que ver con el hecho de que, para la gran mayoría, el aquí solo se refiere a un espacio físico, susceptible de ser conocido únicamente a través de nuestros cinco sentidos.
En cuanto al ahora, el inconveniente de aceptar su existencia como uno de los tres componentes del continuo temporal en el que los seres humanos nos experimentamos desde el nacimiento hasta la muerte, es que, obligatoriamente, termina confiriéndole validez y existencia al pasado y al futuro como si se tratasen de algo real.
Aquí y ahora en su dimensión espiritual.
Sin embargo, estar en el aquí y en el ahora también puede significar la existencia de un espacio más allá de lo físico que solo puede ser conocido o experimentado cuando logramos aquietar, aunque sea tan solo un poco, el incesante parloteo de nuestra mente compulsivamente pensante.
Ese espacio de quietud mental demanda toda nuestra atención para poder estar en él y conocerle. Y esa atención solo puede prestarse estando mentalmente ubicado en el palpitante presente.
No se puede conocer ese espacio de quietud mental a menos que toda la atención esté puesta en él. Esta conjugación de espacio y tiempo presente es el único ámbito en el que ambas dimensiones se funden en una sola magnitud llamada Conciencia.
Pasado y futuro: depresión y ansiedad.
Está claro que la mayoría de los seres humanos no vivimos en el aquí y en el ahora. Secuestrados por las exigencias del mundo que nos rodea, la ansiedad y la depresión se han convertido en pandemias silenciosas que no se han querido visibilizar de forma masiva, como se hizo con el Covid 19.
¿Por qué? Es una buena pregunta a la que todos deberíamos buscarle respuesta, ya que en años recientes, el alarmante incremento de los índices de suicidios en niños y adolescentes tiene sus causas en patologías mentales que no son atendidas oportunamente, debido a muchos prejuicios sociales.
Aunque puede resultar reduccionista, la ansiedad es, simplemente, un exceso de futuro y la depresión, un exceso de pasado. Y ambos tiempos solo existen, como ya ha quedado claro, en la imaginación de cada ser humano.
La cultura del salmón o el modo “resistencia”.
En cuanto a la ansiedad colectiva que padece la humanidad, me permito afirmar que sus causas están relacionadas con el hecho de que la atención de la mayoría de los seres humanos está puesta en lo que se quiere tener y, por consiguiente, en lo que se tiene que hacer para conseguir lo que se quiere.
Esa es la causa de que pocas personas se sientan a gusto con sus vidas, tratando constantemente de cambiar una realidad que es, a decir lo menos, incómoda. A la gran mayoría no le gustan sus vidas, simplemente porque no logran alcanzar los estándares culturales del éxito, es decir, dinero, fama, reconocimiento, poder o belleza.
Muchas personas rechazan —silenciosa e inadvertidamente— sus propias vidas, viviendo así en un constante estado de negación y resistencia al que pocos pueden ponerle un nombre para identificarlo primero y gestionarlo después.
La paz: ¿nuestra herencia natural?
¿Será ese el estado natural del ser humano o se trata de algo inducido por los patrones culturales que nos rigen para poder tener una «sana convivencia» con el resto de nuestros semejantes? Es otra pregunta que someto a la consideración de los interesados en responderla.
En nuestras manos está decidir en qué poner nuestra atención: en un pasado que no se repetirá, o en un futuro que nos hace soñar con cosas que pocas veces se logran (y las que se dan, resultan bastante diferentes a como las soñamos).
Aquí y ahora: una decisión.
En síntesis, puedes elegir centrar tu atención en lo que te sucede a cada momento y aprender a manejar los resultados del día a día. De lo contrario, continuarás distraída(o) con el foco en una promesa o en un recuerdo, y desaprovechando el gran regalo de la vida: el presente. Al final, siempre es tu decisión.
La práctica de una espiritualidad para mentes racionales forma parte de mi desempeño profesional, especializándome en acompañar a personas mayores de 50 años comprometidas con su bienestar en el área de propósito de vida.
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Mi vida mejora cada vez que contribuyo a mejorar la vida de otro.
Espero reencontrarnos pronto.